Opiniones

La denuncia de Claudio Saya

Por Augusto Lostaunau Moscol

En 1987 ingresé a la Universidad Nacional Federico Villarreal. Mientras miles postulaban a Derecho, Contabilidad, Administración o Economía, yo postulé e ingresé a Historia. La joven Escuela Profesional de Historia (creada en 1979 y que inició sus funciones en 1980) era casi desconocida a nivel nacional. Inclusive, en la propia universidad pasaba desapercibida y nosotros éramos confundidos como alumnos de Educación, cuando nuestra escuela formaba parte de la Faculta de Ciencias Sociales.

Inicié mis clases en el salón del turno tarde. En el viejo local de La Colmena. Los primeros profesores ingresaron al aula y casi nada nuevo decían o intentaban decir. Por el contrario, un docente que nos causó grata expectativa fue Claudio Edmundo Espejo Lizárraga, quien, con el seudónimo de Claudio Saya, había publicado muchos poemarios y “amenaza escribir hasta morir”. Sus clases eran muy entretenidas porque dominaba su curso y combinaba las explicaciones con pasajes de su vida y otras anécdotas deliciosas. No cabe duda de que el profesor Espejo hizo dudar a algunos compañeros que luego pasarían a la Decana de América a estudiar literatura. Otros, unos pocos, nos mantuvimos firmes en nuestra decisión de ser historiadores.

Muchos años después, siendo profesional, recorría las ferias de libro de viejo que existen en todos lados de la capital y, en un stand, encontré el poemario La Denuncia, del maestro Claudio Saya. Inmediatamente lo cogí y lo compré. Siempre he buscado una rebaja por cada libro adquirido, pero esa vez fue diferente, simplemente pagué y me retiré. Ya no quería otro libro. El profesor Saya había fallecido dejando un dolor en quienes fuimos sus alumnos y lo apreciamos desde siempre.

En sus años juveniles fue un furibundo militante del Partido Aprista Peruano. En la Villarreal era muy amigo de todos los docentes militantes del PAP; mientras que, varias promociones de la facultad de Educación lo tenían como padrino. El profesor Saya, en clases, nos narró de la importancia de leer a Marx, Engels, Lenin y José Carlos Mariátegui para una formación del pensamiento crítico. Reconocía la universalidad de César Vallejo y de José María Arguedas. Admirador de Luis de la Puente Uceda. Al final declaró ser “aprista por nostalgia, pero eterno revolucionario socialista”. Un grande Saya.

La Denuncia, fue publicado en 1968. Contiene 14 poemas en páginas sin numerar. Además, comentarios en contraportada. Papel periódico antiguo. Es un libro para las grandes mayorías. Como lo fue el profesor Saya. Podemos leer algunos versos:

“De haberlo pensado o presentido / cuanto iba a suceder / hartura de sepulcros, sed de justicia, / habría degollado al tiempo… / Soy pueblo y me reafirmo: / Pero sucede que sé tener confianza / y, en esencia, participo / de la piedra bajo la cruz de nuevas rosas. / Soy sencillo como el gorrión que va / tras de los surcos a la vista del agua. / Soy como la hormiga humilde y solo…” (Afirmación).

“No me conformo con esta realidad / viuda de valor, inhumada en una queja; / se revierte, a náusea viva, / en podredumbre y asco de amapolas. / A dentellada ruda, a fuego ardido, / pernocto en soleadas auroras / que al corazón no faltan… / Mi sentir de patria desunida, / del caminante vertical e iracundo / desbroza la hoguera de los sueños / más allá de toda represión” (El Banquete).

“Las promesas de justas realidades, / en donde el santuario eran ave y la canción, / se han revertido en víboras, ladrones y asesinos…” (Otra Vez el Sistema).

“En esta tierra, sólo la muerte es tuya, / si pudieran arrancártela, lo harían / a oídos del sepulcro y de la vida… / Pero, ¡ay…! Sucede que hasta pagas / por gusanos que horquetean tu cuerpo, / no eres de ti, hombre de tamaño silencio” (Te Das Cuenta).

“Voy a darte, hermano pueblo, / todo el valor / que la tierra dio a mis huesos. / Te hablo desde mis libros, / no lo niego, pero estoy / aquí, a tu lado y al frente…” (Carta Entrañable).

“- El Perú está muriendo / a sangre fría y a miserias, / Tal vez, inconsolable / entierra sus entrañas…- “(Gesto de Patria).

La última vez que nos encontramos fue en La Colmena. Con su traje gris, corbata y cigarro negro entre los dedos. De voz muy ronca me dijo -como siempre- “Qué hace Lostaunau el grande”, yo sonreí, lo abracé y le respondí -como siempre- “siguiendo sus pasos maestro Saya”.


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