Opiniones
El soldado alemán que nos mostró la importancia de hacer lo correcto
Por Armando Avalos
Un anciano caminaba junto a su nieta en el pueblo holandés de Goirle y se quedaron mirando la estatua de un soldado alemán que carga a dos pequeños en plena batalla de la Segunda Guerra Mundial. La nieta le preguntó a su abuelo porqué habían construido una estatua en honor a un soldado nazi. Su abuelo le explicó que incluso en el bando enemigo, puede haber una alma buena. Que las circunstancias muchas veces nos colocan en lados opuestos, pero siempre habrá personas que en las peores circunstancias decidan hacer lo correcto.
El abuelo sentó a su nieta en sus piernas y comenzó a contarle lo que hizo el 6 de octubre de 1944 el soldado alemán Karl-Heinz Rosch de solo 18 años y que motivó que se erigiera en su honor, la única estatua en toda Europa a un soldado del Tercer Reich.
La niña miró con curiosidad a su abuelo mientras éste comenzaba su relato. El abuelo le dijo que tres días después de cumplir 18 años, Karl-Heinz Rosch, se encontraba resistiendo junto a un pelotón de alemanes, un bombardeo con artillería que los británicos hacían para liberar Holanda. El soldado “Kanonier”, como lo llamaban a Karl-Heinz de sobrenombre, se había refugiado en el sótano de una granja.
En pleno bombardeo, el joven soldado alemán se dio cuenta que los dos hijos del granjero donde se desarrollaba el combate, Jan y Toos Kilsdonk estaban en el jardín. Literalmente en medio del fuego cruzado.
Sin pensarlo dos veces, Karl-Heinz Rosch arrojó su ametralladora y corrió a salvar a los pequeños en medio de las balas y bombas que detonaban a su alrededor. Los niños estaban aterrados y lloraban unidos en un desconsolado abrazo. El soldado germano los cargó a los dos, llevándolos a cada uno bajo el brazo hasta la seguridad del sótano.
Tras dejarlos seguros, el Karl-Heinz Rosch regresó a recoger su arma. Cuando en ese momento, una granada británica lo hizo volar por los aires, muriendo despedazado.
El 2004, 60 años después de ese episodio trágico, y siendo ya adultos, Jan y Toos Kilsdonk cuentan a la prensa el acto heroico del soldado nazi. Habían mantenido en secreto el relato por temor a que sus familias sufrieran represalias por contar algo positivo de un soldado alemán.
La historia conmovió a muchas personas que solicitaron al municipio local hacerle una estatua al joven soldado alemán. Las autoridades se negaron y ello motivó que cientos de personas hicieran una colecta para recaudar 9,500 euros con los que financiaron una estatua de bronce hecha por el artista Riet van der Louw.
Una mujer que fue una de las personas que en 1944 vio el acto heroico de ese joven soldado alemán, fue la que aceptó que la estatua reposara en su propiedad. Era un gesto de nobleza para alguien que, aun estando en el lugar equivocado decidió hacer lo correcto.
Muchas veces no podemos elegir el lugar donde estemos, pero si podemos elegir cómo actuar. Karl-Heinz Rosch pese al fragor de la guerra no perdió su humanidad. Esa que lamentablemente la gran mayoría de sus compañeros sí lo habían perdido. Era como una flor en medio del paisaje árido. Y cuando hay un alma buena en medio de la oscuridad, siempre habrá esperanza para la humanidad.
Años más tarde, el padre de Karl-Heinz Rosch viajó a Holanda para ver el lugar donde un día murió su hijo. En esa granja donde salvó no solo la vida de dos pequeños sino que también la esperanza que muchos tienen en el ser humano. En que el bien siempre vencerá al mal. Que podemos encontrar un noble corazón incluso en los momentos más terribles. Un joven que con su sacrificio dejó a las nuevas generaciones una gran lección de vida.
Suscríbete a nuestro Newsletter
Recibe nuestro Newsletter diariamente registrándote con tu email y mantente informado con las noticias más relevantes del día.
También te puede interesar
Mas articulos