Opiniones
El ruso que me recordó lo importante de reírse de uno mismo
Por Armando Avalos
Hacia un reportaje en un evento en Miami en Estados Unidos y de pronto me encontré cara a cara con un enorme ruso de 2 metros. Era atlético pero no muy agraciado de rostro. Me sonrió y le pregunté en son de broma si se llamaba “Karatoshka”. Soltó una carcajada y en un entendible español me dijo que esa broma ya se la habían hecho y que él era consciente que no era bonito pero que yo tampoco me quedaba muy atrás. No pude dejar de reírme y comenzamos una charla muy amena.
Me dijo que se llamaba Nilkolay y su apellido era realmente, impronunciable. Vivía en Estados Unidos en un barrio donde había muchos latinos y por ello, había entendido en una, la broma que le hice. Nos tomamos una foto donde se veía la diferencia de tamaño y musculatura entre los dos, pero también algo en lo que nos asemejábamos. El no tener mucha pinta y en la forma de ver la vida y burlarnos nosotros mismos de nuestros defectos.
Aprender a reírse de uno mismo implica aceptar nuestras virtudes y defectos. Tomar con humor los problemas, ya que de esta manera se tornarán pequeños. Es una forma también de amarse a uno mismo, porque el aceptarse con sus cosas buenas y malas es un síntoma de buena autoestima.
Nikolay me obsequió un energizante que promocionaba, porque decía que con un cuerpo tan flaco y pequeño como el mío, no podría durar ni un minuto en una competencia con él. Es más, agregó que si quería estar “oso” como los rusos debía hacer ejercicio.
Yo le prometí hacer ejercicio si me enseñaba ruso. Sorprendido, me dijo que para un latino el ruso era difícil. Sin inmutarme, muy seguro le argumenté que yo, ya sabía algunas palabras en su idioma. Me retó a decirlas y en seguida le dije: ¿sabes cómo se dice suegra en ruso? Él me dijo que se decía “svekrov”. Yo respondí: “No, suegra se dice STORRVO”.
Tras un breve silencio se mató de risa y luego le pregunté: ¿sabes cómo se dice insecto en ruso? Nikolay sonrió y entendió que le lanzaría otra broma, igual me dijo que insecto en ruso se decía “nasekomoye”. Yo le dije: “No Nikolay, insecto en ruso se dice MOSHKA”.
El gigante ruso me abrazó con sus enormes brazos y me hizo sentir un oso pero de peluche. Mi camarógrafo parecía temer que me vaya a desarmar. Luego me agradeció por alegrarle el día y me confesó que el no ser tan bonito fue una bendición para él, porque en su país, “hay demasiados bonitos” y los que “no somos tan bonitos” somos más cotizados, me comentaba Nikolay con una enorme sonrisa.
Al ver mi sorpresa me dijo algo así: “feítos como tú en mi país son muy populares entre las mujeres”. Tras brindar con su energizante, le prometí un día viajar a Rusia para comprobar su teoría.
Esa mañana sin querer habíamos hecho risoterapia con Nikolay. Reírse de uno mismo y del mundo es beneficioso para la salud. Eduardo Jáuregui y Jesús Damián Fernández (2004) hallaron que las personas que ven el mundo con un halo positivo, liberan mucha endorfina, una de las glándulas de la felicidad más eficientes que existen para sentirte bien con uno mismo.
Por ello, sostienen los investigadores, cuando una persona aprende a ver la parte positiva de un problema, su percepción ante dicha situación negativa cambiará completamente y el problema pasará a mejor vida antes de lo que uno se pueda imaginar.
Cuando abracé a Nikolay me sentí que interpretaba la versión amical de David y Goliat. Le desee lo mejor y él me dijo en el oído en forma de broma: “Te mentí no eres feíto. Eres súper feo”. Lo miré con picardía y mientras me alejaba le dije: “Si Nikolay con decirte que soy tan feo que una vez dejé mi Documento de Identidad en el baño. Vino una rata y se comió el documento pero dejó mi foto intacta”. El ruso no paró de reír y mientras se despedía se fue desapareciendo entre la gente. Se desapareció entre las miles de personas que acudían a ese evento, pero donde èl, era uno que brillaba con luz propia.
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