Opiniones

Dora Mayer y la huelga del callao en 1913

Augusto Lostaunau Moscol

El sábado 4 de enero de 1913, los jornaleros del muelle y Dársena se reunieron en su local gremial en la calle Guatemala. El Comercio del domingo 5 de 1913 informó que:

"Ayer, a las seis y media de la tarde, se negaron a trabajar de noche los jornaleros designados por los capataces para las operaciones de carga ó descarga de los vapores Junín, Urubamba, Hawc Hall y Orcoma... La resolución la adoptaron los jornaleros, por haber sido convocados por el Comité ejecutivo a una asamblea que tuvo lugar anoche en el local de la sociedad "Unión de Jornaleros del Callao", sito en la calle Guatemala... La policía vigila de cerca el local de la asamblea, donde hablan reunidas más de quinientas personas”. (p.3).

En dicha reunión el presidente del gremio Fernando Vera y el secretario José Ganoza firmaron el pliego de reclamos y acordaron presentarlo a primera hora del Lunes 6 de enero, mientras los trabajadores debían volver a sus labores a la espera de noticias de sus dirigentes. El Comercio del domingo 5 de enero de 1913 también informó que:

“Anoche, a las 7 y 50, al pasar la góndola número 67 por la esquina de América y Constitución, hizo explosión un petardo colocado en los rieles, alarmando a los vecinos y pasajeros”. (p. 3)

Grupos de trabajadores ya se preparaban para una nueva jornada de lucha por conquistar sus derechos, principalmente las 8 horas de jornada laboral. Como ya se dijo, los dirigentes Vera y Ganoza presentaron el Lunes 6 de enero de 1913 su pliego de reclamos donde figuran aumento salarial y la jornada de 8 horas, otorgando un plazo de 24 horas para una respuesta favorable de lo contrario, los jornaleros en su totalidad se declararían nuevamente en huelga”.

El Comercio del Martes 7, en su edición de la mañana, puso como titular que Los Jornaleros de la Dársena se declaran hoy en huelga, informando las peticiones de los jornaleros y la contrapropuesta de las compañías. Las principales propuestas de los jornaleros fueron:

“Art. 1ero.- Aumento de salario en las siguientes proporciones: Carga 4 soles; carbón, guano, dique, cemento, salitre 5 soles; metales 5.50; horas extraordinarias: carga, 80 centavos; las demás, un sol: días feriados, dobles jornales.

Art. 2do.- Implantación de las ocho horas de trabajo.

Art. 3ero.- Todas las operaciones de carga y descarga dentro y fuera de los muros de la dársena, en todos los vapores y los buques de vela, serán hechos por la gente de tierra pertenecientes a nuestro gremio, como actualmente se hace”.

Estos tres primeros puntos de las demandas presentadas por los trabajadores del muelle nos permiten percibir que: primero, la presencia de un importante número de trabajadores para quienes existe una suerte de sinonimia entre “reclamo o protesta” y “demandas salariales”; es decir, sólo se puede realizar una protesta cuando el objetivo a conquistar es el aumento salarial. De esta forma, el gremio es una suerte de instrumento para presionar a la empresa y conseguir mejoras económicas.

Segundo, la huelga de 1913 se produce 19 años después de la primera manifestación realizada por los trabajadores del muelle. Fue el paro y mitin del 1ro de Mayo de 1894 en el cual -y con la presencia de trabajadores extranjeros- se conmemoró los acontecimientos de Chicago y se exigió una ley reconociendo la jornada laboral de ocho horas. Fue la primera manifestación de su tipo en el Perú. Con un claro contenido anarcosindicalista.

Tercero, la identificación del gremio o sindicato como la forma de organización de la clase trabajadora y como institución que garantiza el trabajo y la permanencia en el trabajo de sus agremiados. Es decir, prácticamente se está luchando por el derecho a la sindicalización y la estabilidad en el centro laboral. Esto último no estaba normado por las leyes de la época y es un antecedente directo de toda la legislación laboral sobre libertad de sindicalización y derecho al trabajo.

Una mirada muy interesante sobre la huelga, las demandas y el Decreto Ley firmado por el presidente Guillermo Billinghurst, lo encontramos en el artículo Lo que Enseñaron las Huelgas, escrito por Dora Mayer y publicado en el boletín El Deber Pro-Indígena. Mayer sostiene que:

“Enseñaron en primera línea, que, para algunas ocupaciones, como las del Muelle Dársena, hay exceso de brazo en el Callao. Dijimos en otro lugar, donde pudimos extendernos más, que á la capital y el primer puerto de la República afluye multitud de gente, que abandona sus hogares en las provincias á causa de la anarquía que en esos lugares reina, perdiendo así la Nación un valioso elemento de trabajo rústico que se convierte en las ciudades en un elemento de amenaza social. Advertimos al público proletario, sobre todo, aunque también, y con énfasis, á los estadistas, que mientras más intolerables sean y permanezcan las condiciones de vida en provincias, más seguramente servirán las grandes ciudades de refugio para los humildes ciudadanos arrojados de sus heredades, creándose de esta manera el gravísimo y quizá mortal problema de la congestión en los centros urbanos y la anemia en los centros rurales” (1913: 41).

Una consecuencia directa del centralismo que históricamente existe en el Perú es la existencia de las migraciones. Lima y El Callao son los espacios urbanos que han recibido inmigrantes durante toda su existencia. Desde su fundación española, son el centro del poder y, por lo tanto, los espacios al que las autoridades han prestado mayor atención.

Siempre se ha dicho que “La historia de Lima es la historia del Perú”, ello se debe a que -desde siempre- ha presentado un porcentaje bastante alto de personas no nacidas en su localidad. La idea de “lo limeño” o “lo chalaco” siempre está acompañado de cierta arbitrariedad generacional. Entonces, como lugares símbolos de modernidad y progreso, vivir en Lima y El Callao ha sido el objetivo de miles de peruanos. Además, las comodidades propias de la vida urbana y la existencia de mayores posibilidades laborales o educativas atraen a miles de peruanos.

Además, es común pensar que el presidente del Perú es una suerte de alcalde de Lima, por ello, él debe ser el encargado de resolver los problemas de la capital. En la historia de Lima, han sido muy pocos los alcaldes que han tenido un rol preponderante en el desarrollo de la capital. Por ello, Dora Mayer indicó:

“Surge en consecuencia el precepto de que se deben mejorar las condiciones fuera de Lima y las demás ciudades de la República, únicas partes del territorio éstas para cuyo bien se parece gobernar, y para las cuales se gobernaría con eficacia, tomando en consideración los principios de solidaridad á cuyas leyes ningún sistema social humano puede sustraerse” (1913: 41).

Dora Mayer, como muchos intelectuales de la época que, lastimosamente, no estuvieron ligados a ningún partido político de la oligarquía, exigían que las condiciones existentes en Lima se replicaran a nivel nacional, ya que, sólo en Lima y El Callao se “gozaba” de la modernidad. Además, Mayer sostiene que:

“Mejorándose las condiciones para los pobladores campesinos, se evitaría aquel peligroso ingreso de los habitantes de provincias á Lima; aquel desbande de las fuerzas agrícolas y de las energías primitivas, que con modestas exigencias realizan provechosísima labor; se evitaría la continua transformación de productores en consumidores, que nos tiene hundidos en un perpetuo e incurable malestar” (1913: 41).

Los reclamos por las pésimas condiciones económicas, sociales, laborales, políticas y educativas existentes en el campo, fueron un tema de los tratados por parte de los escritores como Manuel González-Prada. La situación era deplorable y la explotación de la oligarquía sobre la masa indígena llegó a niveles de inhumanidad. La Ley de Enganche es la máxima expresión de la instrumentalización que ejecutó la oligarquía en el Congreso de la República para legislar a su favor y lograr privilegios propios de una clase social extranjera colonizadora. Dora Mayer se pregunta:

“¿Cómo mejorar las condiciones para nuestros conciudadanos de los distritos agrícolas? Abandonando nuestro habitual y perverso egoísmo, comprendiendo que para nuestro propio bien es preciso el bien del compañero. Hay que insistir en que las ventajas que conquistan los proletarios en las ciudades se hagan extensivas á todo el país, de manera que no haya necesidad de huir á Lima para tener garantías y se pueda salir de Lima para encontrar trabajo en condiciones aceptables” (1913: 41).

Dora Mayer propone el desarrollo de la política de solidaridad entre la clase trabajadora. Entre el proletariado urbano y el campesinado pobre rural. Elevar la consciencia de clase con la finalidad de enfrentar a la clase dominante y su control absoluto del poder político que ejercen. Coincide con líderes obreros de la época como Manuel Caracciolo Lévano y Delfín Lévano, ambos obreros panaderos, pero grandes intelectuales. Además, Mayer indicó que:

“En provincias, exactamente como en Lima y el Callao, debe fijarse una tasa justa de salarios, reglamentarse las obligaciones del obrero, á fin de que no se les puedan imponer ni horas excesivas, ni cargas demasiado pesadas, ni tratos irreconciliables con la dignidad del hombre” (1913: 41-42).

En las regiones como Arequipa, Piura, La Libertad, Cusco y Junín, los obreros también realizaron paros y huelgas exigiendo mejoras salariales, reconocimiento al derecho de sindicalización y jornada laboral de ocho horas. Líderes como Mostajo, Reynaga o Peralta surgían como los voceros de una clase obrera que empezaba a despertar. Dora Mayer finaliza su texto indicando que:

“Las reformas que han sido objeto de lucha dentro del recinto de nuestros centros cultos, lo serán con tanta mayor razón en los vastos ámbitos de la República, pero, aunque sea más morosa la obra más lata, solo ella asegurará el éxito deseado y no crea salir victorioso quien se contenta con escaramuzas, rehuyendo la batalla campal” (1913: 42).

Lo que Dora Mayer busca explicar es que los derechos que se lograron para los trabajadores estibadores del muelle del Callao se deben extender a toda la clase trabajadora del campo y la ciudad para evitar mayores conflictos sociales y, sobre todo, el traslado de los peruanos de las regiones hacia la capital.

Un texto escrito en 1913 que logró percibir la existencia de factores estructurales que de seguir desarrollándose determinarían una migración masiva. Esta migración masiva se inició en la década de 1930 junto a la crisis final de la oligarquía en el Perú. Mayer no era una adivina o una pitonisa, simplemente logró comprender que la situación del país derivaría a una transformación del mismo.

Mayer, Dora. Lo que Enseñaron las Huelgas. En: El Deber Pro-Indígena. Año1. N° 5. Lima-Perú. 1913.


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