Por Jorge Rojas Luna
Fue un viernes 18 de mayo de 1781, cuando una ejecución en masa se llevó a cabo con excesiva crueldad y sadismo en la plaza Huaccaypata, frente a miles de personas sobre las que pesaba una advertencia de ser detenida y muerta quien siquiera emitiera un gemido o súplica a favor de los sentenciados. José Gabriel Condorcanqui “Túpac Amaru” fue asesinado junto a su esposa Micaela Bastidas, familiares cercanos y compañeros revolucionarios; su menor hijo Fernando (un niño de diez años), fue obligado a presenciar toda esa “violencia y terror”.
Luego de haber sido traicionado, Túpac Amaru, es capturado en Langui (Cusco) y llevado a la otrora capital inca, la misma que yacía cautiva por los peninsulares hacía mucho tiempo (y que aun continuaría de esa forma hasta la “independencia”). Su ingreso, montado en un burro famélico, atado de pies y manos, sentado de lado y custodiado por cientos de realistas, fue todo un evento que recordaba a los desfiles romanos; le escupieron, le insultaron, le negaron, le maltrataron y le desconocieron; hipócritas, convenencieros y cobardes en su gran mayoría; muchos de esos espectadores que injuriaban con sus gritos o con sus silencios, anteriormente apoyaron o estuvieron de acuerdo con la Gran Rebelión.
“La gente se ha vuelto loca, Dios mío, el mundo se ha puesto de cabeza, los conozco, son los que íbamos a librar de los impuestos y las exacciones y los malos tratos, estos son los mismos que me pidieron que me levantara; pero como se han volteado, Madre Tierra” (1)
La sentencia que dictaminó Arreche, rezó así:
“Debo condenar y condeno a José Gabriel Túpac Amaru a que sea sacado a la plaza principal y pública de esta ciudad, arrastrado hasta el lugar del suplicio, donde presencie la ejecución de las sentencias que se dieran a su mujer Micaela Bastidas, sus hijos Hipólito y Fernando Túpac Amaru, a su tío Francisco Túpac Amaru, a su cuñado Antonio Bastidas y algunos de sus principales capitanes o auxiliadores de su inicua y perversa intención o proyecto, los cuales han de morir el propio día y concluidas estas sentencias, se le cortará por el verdugo la lengua y después amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes, de modo que cada una de estas pueda atar o prender con facilidad a otras que pendan de las cinchas de cuatro caballos, para que puesto de este modo o de suerte que cada uno de estos tire su lado mirando a otras cuatro esquinas o puntas de la plaza, marchen, partan o arranquen de una vez los caballos, de modo que quede dividido el cuerpo en otras tantas partes, luego que sea hora llevado al cerro llamado Picchu, a donde tuvo el atrevimiento de venir a intimidar, sitiar y pedir que se rindiese esta ciudad, para que allí se queme en una hoguera que estará preparada, echando sus cenizas al aire y en cuyo lugar se pondrá una lápida de piedra que exprese sus principales delitos y muerte, para sola memoria de su escarmiento y execrable acción. Su cabeza se remitirá al pueblo de Tinta para que estando tres días en la horca, se ponga después en un palo a la entrada pública de él; uno de los brazos a Tungasuca, donde fue cacique, para lo mismo, y para el otro para que se ponga y ejecute lo propio en la capital de la provincia de Carabaya; enviándose igualmente y para que se observe la referida demostración, una pierna en el pueblo de Livitaca en Chumbivilcas, el restante en la de Santa Rosa en la de Lampa, con testimonio y orden a sus respectivos corregidores o justicia territorial, para que publique esta sentencia con la mayor solemnidad por bando, luego que llegue a sus manos y en otro igual día todos los años subsiguientes; de que darán aviso instruido a los superiores gobiernos, a quienes reconozcan dichos territorios. Que las casas de este sean arrasadas o batidas y saladas a vista de todos los vecinos del pueblo o pueblos donde los tuviere o existan. Que se confisquen todos sus bienes a cuyo fin se da la correspondiente comisión a los jueces provinciales. Que todos los individuos de su familia, que hasta ahora no hayan venido, ni viniesen a poder de nuestras armas y de la justicia que suspira por ellos para castigarlos con iguales rigurosas y afrentosas penas, queden infames e infalibles para adquirir, poseer u obtener de cualquier modo herencia alguna o sucesión, si en algún tiempo quisiesen, o hubiese quienes pretendan derecho a ella. Que recoja los autos seguidos sobre su descendencia con la expresada real Audiencia, quemándose públicamente por el verdugo en la plaza pública de Lima, para que no quede memoria de tales documentos; y de los que solo hubiese en ellos testimonio se reconocerá y averiguará a donde paran los originales, dentro del término que se asigne, para la propia ejecución.
Cusco 6 de abril de 1781 – El Visitador general, José Antonio de Arreche. (2)
Así se realizó la matanza contra la familia Túpac Amaru y Bastidas.
Pues bien, está claro que el sistema judicial virreinal de la época utilizó el terror para vencer a los rebeldes, y llegó más allá del salvaje asesinato de sus principales lideres. (Para la historiadora Pilar Roca, la violencia se utilizó como sistema en la colonia (3). No cabe duda que con el accionar tan violento que demostró en sus sentencias y el cómo maquinó la ejecución de Túpac Amaru, así como las represalias contra la población indígena, el visitador Arreche, ha pasado a la historia como uno de los representantes del Rey de España más sádicos que hayan pisado estas latitudes; en sus disposiciones muestra una personalidad prácticamente psicopática.
Arreche, se deshizo en prohibiciones, tales como:
Se prohibió a los indios afirmar descendencia inca; recomendó la abolición del cargo de Curaca y utilizar el del alcalde; prohibió los trajes típicos, aduciendo que mostraban representaciones de los dioses incas; el uso de pututos, y de ropa de luto; firmar con el nombre de inca y prohibió el uso del idioma quechua, entre otras muchas más.
“Quedan prohibidas danzas, comedias, representaciones trompetas clarines espondilos pututos, prohibidos el uso de sus trajes, mascaypachas, uncos, yacollas, la lengua natural puquina, quechua, aimara, cualesquiera fueren, aquello que avive su memoria y les conduzca a recordar su pasado”. (1)
Terrible fue la muerte de Micaela bastidas, a quien le cortaron la lengua para de ahí ahorcar con el garrote y al no poder (se dice que el cuello de la heroína era muy fino y delgado) le ataron cuerdas al cuello y tiraron de ellas para matarla, luego la lanzaron al piso y la ultimaron a patadas en el estómago y los pechos; realmente se ensañaron con Micaela.
La imagen de nuestro héroe Túpac Amaru, se mantiene firme en la psiquis del hombre andino, su rebelión no terminó con su muerte, al contario se tornó aún más violenta y fue un tormento que duró otros dos años para los españoles.
Él les robó el sueño a los castellanos, ¿Cómo era posible que un indio ex comulgado, con ínfulas de rey (sospechoso de ser masón y servir a los intereses de los enemigos del imperio español) y su esposa una india analfabeta, pusieran en jaque durante tanto tiempo al virreinato?
Aun se puede escuchar en los andes el grito telúrico de la serpiente liberadora, el rugido de amor y guerra de la pareja rebelde y libertaria, el grito de Chepe y su Mica. (4)
¡Y no podrán matarlo!
(1) Los Túpac Amaru – Omar Aramayo
(2) El dilatado cautiverio, bajo el gobierno español, de Juan Bautista Túpac Amaru, 5to nieto del último emperador del Perú. –José Luis Ayala
(3) Terror en los Andes – Pilar Roca
(4) Micaela Bastidas – Sara Beatriz Guardia.
Imagen: Miguel Det
DANIEL LUNA
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