Sociedad
Los hombres que no se rindieron
“Si el justo cayo siete veces se levantara otras tantas” (NBL, 1972, p.830).
En la actualidad un trato justo y equitativo es lo idóneo para una convivencia pacífica y armoniosa entre congéneres, el mundo ideal: “Ande con cuidado, edúquese lo mas que pueda, respete para que lo respeten y que Dios nos ampare”, diría la Doctora Polo. Este idilio de vida y utopía de mundo dista de la realidad. Una de las tantas aristas que causan un cisma del mundo ideal son las injusticias, las mismas que están a la orden del día por el color de la piel, la clase social, la educación, la política, etc., al ser del grupo o pensamiento diferente es suficiente para hacer del otro merecedor de un trato diferente dando a luz la injusticia ¿Qué hacer en momentos así? ¿Cómo afrontarlos?
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamo la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El articulo 1 y 2 señalan:
Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Con este precedente como argumento de autoridad nótese la vida de Nelson Mandela y George Haley, ambos, víctimas de injusticias de diferentes grados y tiempo, pero con un mismo resultado.
Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo Sudáfrica; tuvo estudios en la facultad de derecho, abogado de profesión, protesto por un cambio en su país. En contra del Apartheid o discriminación racial en su país (1948) lucho por su erradicación lo que le granjeo el odio de sus detractores y por ende su encarcelamiento desde 1963 hasta 1990, es decir, 27 años de prisión. Sin embargo, al salir de la prisión y llegar a la presidencia, no albergaba animadversión por sus enemigos por el trato injusto que le toco vivir al estar tantos años encarcelado; al contrario, salió un hombre amante de la paz, que aprendió a perdonar y a amar a toda costa a todo aquel que le hizo daño. La historia de Mandela, que salió de la cárcel a la presidencia (1994 – 1996) y Premio Nobel de la paz en 1993.es digna de admiración por su grandeza de ánimo.
George Haley, de 24 años, era un estudiante en la Escuela de Derecho de la Universidad de Arkansas, EE. UU. Pero era el año 1949 y Haley era negro. Por esos tiempos había discriminación racial; le toco vivir como un paria. Por consejo de su padre acometió tal empresa:
El único modo de acabar con la segregación racial es establecer avanzadas dondequiera que existe. El gobernador de Arkansas y los funcionarios del ramo de instrucción publica han resuelto llevar a cabo discretamente un ensayo de integración racial. Por tu aprovechamiento en los estudios y por tu carácter reúnes las condiciones necesarias para ese ensayo. (Selecciones, 2000, p. 178)
Sin duda se sometería a una dura prueba.
En el primer día en el pasillo “una colera sorda y avasalladora”, en el aula un silencio repentino, “el odio latente” al verlo entre ellos. En el segundo, día insultos y amenazas: “Oye, tú, negro: ¿qué vienes a buscar aquí?”; “! Eh, tú, ¡vuélvete al África!”. En días posteriores “escritos groseros o amenazadores” debajo de la puerta, incluso no querían que tenga acceso al mismo baño que ellos; a tantas humillaciones pensaba: “¿No sería mejor, deciase a veces, responder al odio con el odio, rebelarse y pelear?” … “Sé, pues, paciente, dales tu ocasión de que te conozcan mejor y entiendan que no eres amenaza para nadie”, le escribió su padre. Hallase luego una soga en el techo en su cuarto No se podía concentrar en clase por el odio que lo rodeaba, decidió tomar apuntes de todo lo que decía el profesor y repasar por la noche tales apuntes. Con todo, sus calificaciones eran las mas altas. El segundo año disminuyo los insultos, “su adelanto en los estudios inspiraba respeto”.
Posteriormente fue invitado a un intercambio de opiniones sobre las relaciones raciales:
De súbito, todos sus sentimientos se le desbordaron del alma. Hablo de lo que era verse tratado como enemigo en la propia patria; del daño que se causa al espíritu de quien se ve perseguido como criminal sin haber cometido mas crimen que el de tener oscura la piel; de lo que pasa en el alma de un hombre cuando empieza a creer que las enseñanzas de Jesucristo carecen de validez en el mundo. “He empezado a odiar”, confeso George. “He apelado a todos los recursos de mi espíritu para desterrar de mi este odio, pero no lo consigo”. De pronto sus ojos se arrasaron de lagrimas de indignación, que se tornaron en lagrimas de vergüenza, y volviose casi a tientas a su asiento. (Selecciones, 2000, p. 181)
En efecto, teniendo prácticamente todo en su contra este joven llego a ser abogado en Kansas City, en 1955 llego a ser el segundo fiscal de la ciudad “pertenece al consejo de administración de su parroquia, ha contribuido a la fundación de gran número de empresas de hombres de color y es vicepresidente de la Juventud Republicana del estado de Kansas”.
Por tanto, al hacer una línea de tiempo, los hechos son llevados cuando la Declaración Universal de los Derechos Humanos ya se habían establecido, y, no obstante, a pesar de eso, las injusticias en ambos casos mencionados continuaron, este hecho forjo el carácter, el temperamento y así su personalidad frente a la adversidad, la resiliencia los hizo mejor personas logrando en el tiempo la justicia anhelada: La libertad e igualdad de trato, como diria Indira Gandhi: “Es un gran privilegio haber vivido una vida difícil”, y también decía Epicuro: “La justicia es la venganza del hombre social, como la venganza es la justicia del hombre salvaje”.
Martín Cabana
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