Tristeza nacional en Tailandia
Fallece la reina madre Sirikit a los noventa y tres años
Monarquía tailandesa despide a ícono de servicio y estilo.

Lima.- La nación tailandesa enfrenta un profundo momento de duelo tras el deceso de Sirikit, conocida como la “Reina Madre”, a los 93 años. Su muerte fue confirmada por la Bureau of the Royal Household el 24 de octubre de 2025, en Bangkok, después de una prolongada batalla contra problemas de salud.
Sirikit había estado hospitalizada desde 2019, y su estado se volvió crítico tras una infección en el torrente sanguíneo detectada el 17 de octubre. Con anterioridad, había sufrido un accidente cerebro-vascular en 2012 que disminuyó notablemente su presencia pública.
Durante décadas, Sirikit representó no solo la figura consorte de su esposo, Bhumibol Adulyadej (Rey Rama IX), sino también una autoridad cultural y social en Tailandia. Su hijo, Maha Vajiralongkorn (Rey Rama X), al frente ahora de la monarquía, ha encabezado los protocolos oficiales y el luto nacional en honor de su madre.
El legado de Sirikit abarca amplios ámbitos: desde su papel como moderadora en momentos políticos sensibles hasta su impulso al desarrollo social y la preservación de la cultura tailandesa. Fue reconocida internacionalmente por su estilo, carisma y compromiso filantrópico, estableciendo fundaciones que trabajaban con comunidades rurales, artesanías tradicionales y conservación ambiental.
El gobierno ha declarado un periodo oficial de duelo, con llamadas a vestir de negro y a bajar las banderas a media asta como muestra de respeto. Esta respuesta institucional evidencia el lugar que ocupaba Sirikit dentro de la identidad tailandesa. Las muestras de pésame también han llegado desde el extranjero, con mensajes de condolencia de líderes internacionales, quienes destacaron su labor por fortalecer lazos entre Tailandia y otros países.
El fallecimiento de la Reina Madre marca el cierre de un capítulo importante en la historia contemporánea de Tailandia. Su vida transcurrió en una época de cambios importantes: la transición del país, su modernización, los desafíos del gobierno monárquico y la necesidad de vincular la institución real con el pueblo. Fue un puente entre la tradición y la modernidad, y su figura generó un profundo lazo emocional con muchos tailandeses.
Para el público general, el suceso constituye un llamado a recordar no solo una figura monárquica, sino también a valorar el servicio público, la identidad cultural y el papel de las instituciones en la convivencia nacional. Sirikit deja un legado de dignidad, compromiso y cercanía con la gente, que continuará siendo fuente de inspiración.
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