Recuerdo de tragedia nacional
31 de mayo 1970: peor desastre natural en Perú
Terremoto en Áncash causó miles de muertes trágicas.

Lima.- El 31 de mayo de 1970, el Perú sufrió la peor tragedia natural de su historia reciente: un terremoto de 7.9 grados en la escala de Richter que devastó la región de Áncash y dejó una huella imborrable en la memoria nacional. Este sismo, cuyo epicentro se localizó en la costa de Áncash, provocó un desastre de proporciones catastróficas, especialmente por los daños secundarios que desató, como avalanchas y aluviones en la Cordillera Blanca.
El evento más devastador fue el desprendimiento de un gigantesco bloque de hielo y rocas del nevado Huascarán, el pico más alto del Perú y la cordillera intertropical más alta del mundo. Este desprendimiento generó una avalancha que sepultó por completo a la ciudad de Yungay, causando la muerte inmediata de alrededor de 20,000 personas. Esta tragedia terminó con la vida de familias enteras y borró del mapa una ciudad entera en cuestión de minutos.
El terremoto no solo causó la destrucción de Yungay, sino que también afectó gravemente a otras localidades en Áncash, incluyendo Huaraz y Caraz, donde miles de viviendas, escuelas, hospitales e infraestructuras quedaron en ruinas. La tragedia dejó a muchas personas sin hogar y desató una crisis humanitaria que requirió una respuesta urgente de parte de las autoridades.
El entonces gobierno militar, liderado por el presidente Juan Velasco Alvarado, movilizó recursos para la atención de emergencia, pero la magnitud del desastre superó cualquier capacidad de respuesta inicial. Las labores de rescate se vieron dificultadas por las condiciones geográficas, la falta de vías de acceso y la destrucción de infraestructura básica. Organismos como el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) jugaron un papel fundamental en la coordinación de las operaciones de ayuda y rescate.
Este sismo y sus consecuencias impulsaron una transformación en la gestión del riesgo de desastres en el Perú. Se creó un marco institucional más sólido para la prevención y mitigación de riesgos, con énfasis en la educación, la planificación territorial y el monitoreo de fenómenos naturales. El Estado implementó sistemas de alerta temprana y fortaleció la infraestructura para responder con mayor eficacia ante futuras emergencias.
Además, el evento puso en evidencia la importancia de la investigación científica y tecnológica en zonas vulnerables. Instituciones como el INAIGEM y el SENAMHI comenzaron a intensificar el monitoreo de glaciares y fenómenos climáticos para prever avalanchas y aluviones. La tragedia de 1970 también inspiró campañas de sensibilización para que la población conozca y practique medidas de prevención ante sismos y otros riesgos.
Hoy, el 31 de mayo se conmemora en Perú como un día de memoria y reflexión sobre la importancia de la resiliencia y la solidaridad ante la adversidad. El recuerdo de las víctimas y el impacto de esta catástrofe histórica fortalecen el compromiso nacional con la gestión integral de riesgos, buscando proteger vidas y patrimonio ante amenazas naturales.
En definitiva, el terremoto de 1970 no solo dejó un saldo doloroso de muertes y destrucción, sino que se convirtió en un punto de inflexión para el país. La tragedia enseñó la necesidad de estar preparados y actuar con rapidez para minimizar el impacto de los desastres naturales, resaltando el valor de la cooperación entre autoridades, científicos y comunidades.
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