Llamado a la insurrección
Crónica de la presentación de 'Mario Vargas Llosa. Palabras en el mundo', un libro temerario
La presentación del libro de Alonso Cueto, 'Mario Vargas Llosa. Palabras en el mundo', se llevó a cabo el último jueves en las inmediaciones del Centro Cultural PUCP, en San Isidro. Ensayo revela los temas principales en la obra de Vargas Llosa. Al evento acudió también la familia del Nobel.

Alonso Cueto, Patricia del Río y Gustavo Rodríguez presentaron el libro 'Mario Vargas Llosa. Palabras en el mundo'.
Lima.- El auditorio estaba repleto. Me dijeron que ya no se podía entrar, que lo sentían, el joven de polera roja que estaba delante era el último. En la puerta, había una fila de seis personas y, a los costados, como flanqueando la línea de espera, estaban instaladas dos mesas donde se vendían libros de Vargas Llosa y la última entrega de Alonso Cueto. Eran las 6:45 p. m. y el evento iniciaba a las 7.00 p.m. “La literatura es una obstinación más que una vocación”. Frente a mí, una mesa colorida de bocadillos polvorosos, pálidos, uniformes, me observaban intranquilo.
La gente seguía descendiendo del ascensor. Indispuesto a ceder de primeras empecé a soñar un sinfín de alternativas: me presento como un enviado de la editorial que necesita tomar unas fotografías, como un trabajador del Centro Cultural para comprobar las pruebas de sonido, un periodista encargado de cubrir este evento como una prueba determinante para su renovación de contrato, o que la tierra temblara lo suficiente para que se liberara un asiento para mí. Nada de esto tuvo que ocurrir, pues una señorita se acercó sonriente y me dijo que había lugar para una persona. “La literatura es una obstinación más que una vocación”.
Los asientos estaban ya colmados y había gente de pie a los contornos. Bochorno, luces, señores, muchas canas, pocos jóvenes, ralos cabellos negros más bien. Cerca del escenario estaba Alfredo Barnechea. Poco rato después ingresó Fernando Ampuero (Caramelo verde, 1992), invitado especial del escritor, según declaraciones de un verdadero trabajador del centro. Luego apareció Jeremías Gamboa (Contarlo todo, 2013) y minutos más tarde la familia Vargas Llosa.
A las 7:15 p. m. el auditorio recibió con aplausos al escritor Alonso Cueto, vestido de saco negro y camisa blanca, con una sonrisa seria de hombre de letras. En el escenario lo esperaban la periodista Patricia del Río y el también escritor Gustavo Rodríguez (Treinta kilómetros a la media noche, 2022).
Rodríguez inició la ponencia calificando a ‘Mario Vargas Llosa. Palabras en el mundo’ como un libro “entrañable” por la combinación de sabiduría y cariño con que está escrito el ensayo. No es solo la mirada creativa de un artesano, empezó. “En los seis capítulos analiza las capas tectónicas del mundo narrativo de Vargas Llosa”.
El libro, que aparece la víspera de los 89 años del Nobel disecciona la columna vertebral de la obra de Vargas Llosa sacando a luz los temas cruciales en los que está afincada la creación literaria del novelista arequipeño.
Alonso Cueto, por su parte, calificó a la reunión como “una celebración de la obra de un escritor que es parte de nuestras vidas, parte de nuestro aprendizaje del Perú, de nuestro aprendizaje de la belleza, del lenguaje, de la diversidad, la abundancia, la multiplicidad que nuestro país nos ofrece”. “Ir al colegio militar Leoncio Prado después de leer ‘La ciudad y los perros’ es ya ver otro colegio”, remarcó, “ir a un desierto en Piura después de leer ‘La casa verde’, es otro lugar”.
‘Mario Vargas Llosa. Palabras en el mundo’ que “está bellísimamente escrito es el libro de una persona que no solo ha leído a Vargas Llosa, lo conoce, sino que le tiene mucho afecto. Es un libro hecho con amor, y con amor a los lectores”, sostuvo, por su lado, Patricia del Río.
‘La literatura es la gran conversación que atraviesa a la humanidad’
La charla se prolongó durante una hora en la que la trayectoria del Nobel recorría todas las naciones del mundo, fustigaba a los gobiernos autoritarios, se arrostraba ante el poder y las leyes, llamaba a la rebelión, a no ceder siquiera un milímetro, y proseguía incansable, reinventándose, alimentándose de sus propios demonios e intentos fallidos por encontrar la perfección, entre arquitecturas narrativas, técnicas literarias, trombas sensoriales y temeridades de la ficción.
Presentado el libro, se invitó a una firma de ejemplares.
Poco después se terminaría el evento y afuera, la mesa vacía de los bocaditos era una invitación a la realidad.
“La literatura es una obstinación más que una vocación”. Frase apostólica de Vargas Llosa a Augusto Salazar Bondy que si moldeara algún tipo de forma en este plano seguramente ocuparía el rojo vivo de unos hierros calientes para marcar cuerpos. De momento, ha marcado con cíclicos pensamientos estas horas de mi vida y esta crónica.
Las palabras son entes flotantes que viajan en el mundo, pensaba mientras veía las araucarias y ceibas de El Olivar; entes que pasan volando por los aires, sobre los océanos, en distintas direcciones, que convergen y se distancian, sobre las calles, sobre los campos de batalla, en medio del tránsito vehicular, en las plegarias religiosas; algunos quedan atrapados en los diarios o novelas a la espera de un lector que los libere, pero otros traducen los anhelos de un tiempo hastiado de lo ordinario con la esperanza de cambiar el mundo, ahora sí, de una vez por todas.
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