Sociedad

La utopía del mundo inerme, ¿estratagema?

“Quizás mis fabricas pongan fin a la guerra aun mas pronto que sus congresos. El día que dos campamentos militares puedan aniquilarse mutuamente en cuestión de segundos, es probable que todas las naciones civilizadas retrocedan horrorizadas y disuelvan sus ejércitos”.

Alfred Bernard Nobel

La guerra entre Rusia y Ucrania confirman la veracidad de estas palabras: “El hombre no es dueño de su camino, y mientras camina no esta seguro de sus pasos”. La historia ha probado que, aunque con buenas intenciones, los inventos, el progreso, el desarrollo que ha dado la humanidad, han sido malos en líneas generales. Un botón de muestra es Alfred Bernhard Nobel quien invento la dinamita con el noble propósito de evitar más guerras, como leímos arriba. Mas por el contrario se le llama el “mercader de la muerte”, pues fabrico y vendió explosivos letales que contribuyeron con la guerra, las mismas que ayudaron a crear mas armas, “seria una fuerza que impediría la guerra”, creía que el arma más mortífera o fuerte podría conservar la paz. Nobel murió en 1986 y es obvio que su deducción fallo. Repasemos brevemente las armas después de él.

Armas pequeñas y ligeras. Armamentos portátiles, morteros, ametralladoras, granadas, fusiles y pistolas. Estas son según una revista científica “el principal instrumento de combate”.

Minas terrestre. Existen 60 000 000 de estas minas por todo el mundo y al no poder distinguir entre la pisada de un soldado o de un niño jugando, estos últimos son en su mayoría mutilados o muertos.

Armas nucleares. En 1945 la bomba atómica en Hiroshima y luego en Nagasaki son inexorables ejemplos de su poder destructivo; dañan tanto que pueden extinguir una ciudad en segundos.

Armas biológicas o químicas. La guerra biológica se da con microorganismos o virus muy contagiosos (como el ántrax maligno o la viruela). También se usan los gases tóxicos.

Ahora bien, respecto a las armas químicas un artículo señalo: “EE. UU. y Rusia acumulan casi la totalidad de armas declaradas del planeta…Rusia posee unas 2800 toneladas y EE. UU unas 1700 toneladas Esto solo en referencia al armamento químico hasta la fecha” (EFE News Service, 2009, p. 1). También el citado artículo nos informa que son decenas de miles de millones para EE. UU. y varios miles de millones para Rusia en costo para destruir sus armas, ambos países estaban obligados a desmantelar todo su armamento químico antes de abril del 2012. La Organización para la prohibición de armas Químicas (QPAQ) es el encargado para erradicar este tipo de armas, quien ya tiene 187 miembros, excepto oriente medio como: Egipto, Israel, Siria y Corea del Norte.

Reflexionemos. Se informa que para el año 2000 murieron 13 millones de personas por paludismo, sida, afecciones respiratorias y diarrea y esto se pudo evitar ¿Cómo? “podían haberse evitado a un costo de 5 dólares por persona” señalo en el año 2000 la Federación Internacional de las Sociedades de Cruz Roja, ósea 30 mil millones (en esa época éramos 6 mil millones en el mundo); parece mucho pero el desembolso militar en armas de guerra fue 864 mil millones de dólares al año, por lo cual la cifra por persona seria 144 dólares. Al parecer se prioriza lo que no se debe.

En conclusión: “Casi nadie se atreve a preguntarse si la balanza de la tecnología se esta inclinando demasiado al favor del mal. ¿quién tiene la idea de como manejar la situación? Los seres humanos tenemos la forma de ir tras lo que consideramos progreso y de analizarlos pro y los contras después. Aunque rechazamos pensar en [una catástrofe de magnitud increíble], creamos las circunstancias para que tenga lugar”, dijo Steven Levy en Newsweek. En efecto, eso fue lo que paso con Nobel, manifestó: “Quisiera inventar una sustancia o maquina con un poder de destrucción en masa tan enorme que impediría la guerra para siempre”. Lo vemos en Rusia y EE. UU. cuantas más armas más poder para subyugar y controlar, endiosados, son más cegados y obcecados. Ahora el razonamiento inicial es preciso que este al final: “El hombre no es dueño de su camino, y mientras camina no está seguro de sus pasos”.

Escribe Martín Cabana

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