A Dina no la quiere ni su gente

Por Isaac Bigio

Varias veces he entrado por el Club Apurímac, uno de los clubes departamentales más espaciosos de Lima. Pese a que Dina ha sido directiva de este y que es la primera apurimeña en ser presidenta, en dicho local no hay un solo retrato suyo. Cuando se menciona su nombre, muchos se enardecen. Sus paisanos no le perdonan su mala gestión de los fondos de dicha institución; y, peor aún, por los 6 apurimeños que ella asesinó (los cuales fueron los primeros que ella baleó apenas al poder llegó).

Al frente de dicho local, en la primera cuadra de la Av. Brasil, se encuentra la sede nacional de Perú Libre, el partido del que fue tesorera y al cual representó en la plancha presidencial. Allí tampoco la quieren, pues afirman que ella traicionó a sus ideales y se ha pasado al campo enemigo.

Para ir caminando de uno al otro local se pasa por el Warike Ayacuchano, donde sus comensales también la repudian por la matanza de 10 civiles inocentes en Huamanga 8 días después de debutar en palacio.

La propia Av. Brasil fue centro de una de las peores pifiadas que ella haya recibido cuando presidio un desfile militar por 28 de julio. Y si en esa vía capitalina no la quieren, menos aún la ven bien en Brasil, el primer país al cual ella visitó como mandataria. Gustavo Petro (a quien ella fue a su juramentación como presidente colombiano) ni siquiera quiere reconocerla como gobernante legítima del Perú.

Tal vez se podría decir que Dina no es tan bien recibida en la capital o en el exterior, pero aún más impopular es dentro de su natal Apurímac y dentro de los quechuas y aimaras, pese a que ella habla quechua y es de Chalhuanca, capital de la provincia de Aymaraes. En todas las encuestas, sus niveles de impopularidad más elevados son en su región chanca nativa (donde 2 mujeres le jalaron el pelo) y en la Macro-Sur.

Pese a que ella es la primera dama en gobernar al Perú (cosa que no ha pasado ni en el Incario, la Colonia o la República), ella es más repudiada por mujeres que por hombres.

Una persona a quien todos tildan de mentirosa o asesina no puede dar estabilidad o prosperidad al país. Lo único que puede generar es una explosión social.

Isaac Bigio. Politólogo economista e historiador con grados y postgrados en la London School of Economics & Political Sciences.


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