Por Isaac Bigio
El 17 de abril del 2019 un grupo policial entró a la casa de Alan García (presidente peruano en 1985-90 y 2006-11) para allanarla y detenerlo por 10 días. Luego, García fue a su cuarto donde se escuchó un disparo reportándose que él se suicidó.
La versión del equipo donde estaba el actual coronel Harvey Colchado fue de que el exmandatario, quien nunca había sido encarcelado, optó por un tiro en la cabeza. En 2021 Colchado fue felicitado por la derecha por entrar a la casa del presidente Castillo, pero cuando él hizo lo mismo con Dina, ha sido sancionado con la venia conservadora.
Sin embargo, hay muchos que desconfían de tal informe. En el día del V aniversario de su partida, Exitosa hizo una encuesta en la cual participaron casi mil oyentes. Un 62% de ellos cree que García está vivo. Muchos peruanos son escépticos al parte oficial, pues se aduce de que el ataúd de García nunca estuvo abierto (como se estila) para verle el rostro a la hora de su funeral, que fue cremado, que no hay rastros de sangre en el domicilio donde habría autoinmolado o en el vehículo donde fue trasladado al hospital. Como él ha sido muy conocido por su astucia hay quienes afirman que él utilizó el cadáver de otra persona para burlar la justicia y hacerse cirugías plásticas para acabar viviendo en Europa, gracias a los millones que ha robado al Estado. En cambio, sus partidarios (y el canal ultraderechista Willax (donde transmite su hija Carla) lo consideran un héroe y una víctima de la persecución "caviar".
Al auto-eliminarse, García sepultó al APRA, el único partido peruano que está cumpliendo un siglo. Hoy su local se reduce a un centro de salud y el APRA carece de congresistas o gobernadores. García fue el único que condujo al APRA a palacio. Primero se quiso calcar ideas de la izquierda en ascenso (para debutar masacrando una revuelta de 300 presos senderistas, con lo cual incrementó la violencia maoísta) y luego fue reelecto apareciendo como el unificador de la derecha contra la izquierda. Indultó a narcos, ensangrentó a Bagua y pasó de un populismo que desencadenó la hiper-inflación a ser el pilar del neoliberalismo.
Isaac Bigio. Politólogo economista e historiador con grados y postgrados en la LSE.
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