Por Jorge Rojas Luna
El sonido que conlleva una idea (buena o mala), que informa o mal informa, que transmite amor u odio, etc.; que se representa gráficamente pudiendo ser leído y expresado nuevamente se llama: palabra; ¡Oh, regalo divino para el homo sapiens, con el que puede existir, hacer, tener y crecer!
Lamentablemente, en el siglo XXI, la lectura es un hábito practicado por una inmensa minoría y aborrecido por las masas mentalmente secuestradas y sometidas por el sistema consumista, facilista y fugaz. ¿Cuándo fue la última vez en que cogimos un lapicero y escribimos un texto más extenso que una firma? ¿Cuántas páginas de un libro podemos leer sin perder la concentración? ¿Cuál es el motivo por el que a muchas personas no les gusta leer?
Las grandes mayorías solo buscan permanecer el mayor tiempo posible en su zona de confort, escapando así de la realidad; navegando en la intangible virtualidad, regentada con tiranía por lo audiovisual que se encuentra repleta de información simplona y ruidos sexualizantes, que le brindan al consumidor un placer morboso con el que masturban sus cerebros a cada instante.
El pensamiento crítico, la lectura, la escritura y la palabra, son ya una exclusividad; el resultado: una comunidad de humanos lesionados neurológica y psicológicamente; entes que no entienden lo que leen, no pueden escribir y menos verbalizar; y que a las pocas palabras que conocen las maltratan sin piedad.
Leer, pensar y escribir, es luchar contra la ignorancia conveniente y oponerse a la deshumanización, el hacerlo es ser contracultural.
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